Susana acababa de ººmarcharse. Siempre que subían a la colina se llevaba su Vespa porque decía que después de hacer el amor él se ponía muy tonto y no aguantaba las canciones que le gustaba escuchar. Mejor así. Le encantaba quedarse un rato con su música después de tirársela. Un poquito de soul y de rithm and blues.
El día había acabado de la mejor manera posible. Susana la chupaba como los ángeles. Se había corrido en su boca y la había oido gritar mientras ella se movía encima suyo.
Eddy Giles sonaba en la radio del coche. Hacía calor y encendió un cigarro. A través de las ventanillas abiertas escuchaba los coches pasar a toda velocidad por la autopista. Dio una calada y cerró los ojos.
Aquella mañana se había despertado tarde. Era sábado y no tenía que ir a la gasolinera a trabajar. Se levantó, se ajustó los pantalones, se puso su camiseta de los Who y salió a buscar a los muchachos. Estaba seguro de encontrarlos en el “Smiths”. Habían adoptado aquel garito como su casa y se pasaban la mayor parte del día jugando al futbolín y bebiendo cerveza.
Cuando entró vio a Carlos detrás de la barra peleándose con el viejo equipo de música, que se revelaba de vez en cuando y dejaba de sonar.
-Seguro que estabas poniendo alguna mariconada de las tuyas y se ha cansado de sonar – saludó al camarero.
-¡Vete a la mierda! ¡Qué sabrás tú de música! – el tipo estaba sudando y maldiciendo mientras golpeaba el amplificador - ¿qué te pongo?
-Lo mismo que estén bebiendo esos animales. No quiero que me saquen demasiada ventaja. Y pon algo de los Rolling que seguro te lo agradece y vuelve a funcionar.
Carlos abrió un botellín de cerveza y lo dejó sobre la barra. Al fondo se oía a Charly celebrar el último gol mientras Javi insultaba Roberto por no haber parado aquella bola que según él iba más lenta que su cerebro cuando pensaba. Roberto le dijo que se metiera la lengua en el culo y tras aquella delicada conversación se centraron de nuevo en el juego.
Levantó la botella a modo de saludo y le dio un trago que prácticamente la vació. El “Doo Doo Doo” de los Stones comenzó a sonar. Miró al camarero y antes de que pudiera abrir la boca Carlos le soltó un “Vete a tomar por el culo, cómo digas una palabra no te pongo ni un trago más”. Los chicos comenzaron a reirse y Jorge puso una nueva bola sobre la cancha de madera.
Tras unas cuantas partidas y un buen número de botellines los cinco amigos salieron del local tras despedirse del camarero hasta la tarde. Se decidieron por un restaurante de comida italiana. Un poco de pasta, un par de botellas de vino y una charla sobre fútbol y mujeres era la mejor manera de relajarse antes de su gran noche.
A eso de las cinco de la tarde se habían citado con el hermano de Roberto para cargar el equipo en su vieja furgoneta Volkswagen. Tal como se habían temido tuvieron que hacer dos viajes, pero finalmente tuvieron todo listo sobre el pequeño escenario de madera que Carlos había colocado al fondo del bar, en el lugar donde unas horas antes había estado el futbolín.
Los nervios estaban haciendo mella en todos ellos, pero el que peor lo llevaba era Roberto, que ahora se peleaba con el bombo de su batería que según él se empeñaba en moverse del sitio en que lo colocaba una y otra vez.
Sacó su guitarra de la maleta y tocó un par de acordes antes de enchufarla. Se encontraba en plena forma. Le apetecía tocar aquella noche y la compañía de aquellos cuatro cabrones le hacía sentirse bien. Mientras ultimaban los preparativos llegaron las chicas. Susana estaba espectacular con su vestido de flores. Notó que se le ponía dura sólo con mirarla. Definitivamente aquel era el mejor día de su vida.
En aquel momento entró Iñigo cargando con la funda de su teclado. Se conocían desde niños y no se hubiera perdonado el hecho de que no participara de aquel momento. Dos semanas antes le había propuesto hacer una canción con ellos al final del concierto. Se saludaron con un abrazo y un par de besos.
El equipo quedó finalmente montado. El tiempo parecía ir cada vez más rápido. Los habituales del bar comenzaban a llenar el local y la cerveza y los cigarros marcaban el paso de los minutos.
Desde el baño se escuchaban amortiguadas las conversaciones, y la música de Led Zeppelin llegaba como con sordina mientras Iñigo prepara un par de tiros sobre su DNI. Tras dar buena cuenta de la coca se dieron un abrazo y salieron del baño para reunirse con el resto de la banda. Carlos había preparado siete vasos de “Four Roses” que esperaban sobre la barra como vagones de tren. Cinco minutos para abrir fuego. Un brindis mirándose a los ojos. Echó un vistazo al escenario. La “Les Paul” de Charly brillaba en su soporte. Era la hora.
Tres golpes de baqueta y la guitarra de Jorge arrancó con los acordes de “The Passenger” de Iggy Pop. La batería de Roberto marcando el traqueteo del tren, Charly uniéndose a los acordes y Javi volcado sobre el bajo. Agarró el micro con la mano derecha y ya nadie los podía parar… “I’m the passenger…..” Las horas de ensayo habían merecido la pena. Eran una máquina y él se sentía una rock and roll star. Eran los reyes del universo.
Una hora de rock and roll y adrenalina más tarde pidió a Iñigo que subiera al escenario. Cuando lo tuvo a su lado le susurró un “Gracias hermano” al oido y le dejó que tomara asiento frente al teclado. Tras unos segundos las notas del piano comenzaron a dibujar el “Angie” de los Rolling. Seis minutos después entre los aplausos del centenar de personas que llenaban el bar se bajaron de las tablas para ir recuperando poco a poco su esencia mortal.
Susana le cogió de la cintura y lo atrajo hacia su cuerpo hasta que pudo sentirla como si estuviera desnuda. Con la mano derecha le agarró el culo y la besó. Su lengua se movió dentro de su boca mientras saboreaba su aliento, mezcla de tabaco y cerveza. “Vámonos de aquí princesa”. Aquel era su día, el mejor día, un día irrepetible.
Con una sonrisa en los labios abrió la puerta trasera del coche. Se abrochó el pantalón y tomó asiento al volante. Puso en marcha el motor, encendió las luces y condujo por el camino de grava hasta la carretera secundaria que desembocaba en la vía principal. Cuando llegó a la intersección pisó el acelerador, soltó el embrague y con un chirrido de las ruedas el coche se lanzó por la autopista. Bobby Bland cantaba Honey Child y el viento entraba por las ventanillas abiertas mientras el coche adquiría velocidad. Esa voz como una caverna forrada de terciopelo y las luces de la ciudad a lo lejos. Era una noche irrepetible, imposible de igualar. Hundió el pie en el acelerador al llegar a la curva. Bobby acabó de cantar. Cerró los ojos y los acordes de “Smells like Teen Spirit” de Nirvana tomaron el relevo. El coche seguía avanzando, cada vez más rápido, en línea recta sin someterse a la dictadura de la carretera. La voz de Cobain se unió a las guitarras. Cada vez más rápido. Cada vez más rápido. La mente en blanco. Soltó las manos del volante. La sonrisa en los labios… - Adiós Bobby, buenas noches Kurt….
Relato escrito por mi buen amigo Txus.Me ha prometido muchos más y os aseguro que es un escritor cojonudo, al igual que compositor y poeta.
Gracias amigo y sabes que te quiero un huevo.
Pues sí txus, impresionante escrito sobre aquellos viejos tiempos tan llenos de ilusiones y esperanzas. Feliz porque os seguís queriendo como hermanos y yo sigo desde entonces (y pasaron como ya 20 años, buffff) admirando vuestra amistad e ilusiones. Gracias por aquellos tiempos, chicos. Besos, rut
ResponderEliminarPues està muy bien, me recuerda a algùn pasaje de El Retorno de los Teenagers. Un saludo.
ResponderEliminarPues si Javier.Con algún ramalazo de Salinger y Amat
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